El legado de Fanny

Fanny Mikey, no cabe duda, era una gran mujer. Todo le quedaba bien: No desentonaba en las odiosas reuniones santafereñas con whisky en mano y ex-ministros al lado. Tampoco le iba mal con el pin-pon en la nariz que tiene la foto que fue puesta en el Capitolio Nacional los días de velación. Muchísimo menos cuando hacía reír al público en obras tan cómicas como verdes como La Celestina. De cualquiera manera era admirable: La magnífica obra del Festival Iberoamericano de Teatro y su pulcra conjugación en todas las escenas sociales de la sociedad colombiana es, en una persona, francamente difícil de encontrar. Yo diría que imposible.

En fin, yo creo que -en general- solo caben halagos. Como pocas veces, unirse a una cacofonía no es incómodo. Yo, sinceramente, no conozco mucho de Fanny, pero sí algo de su obra. De todas formas, creo que el verdadero legado que puede dejar la señora Mikey en estos momentos difíciles para Colombia es la confirmación de que no harán falta pupilos. Tendremos que esperar al siguiente Festival Iberoamericano de Teatro para ver que, a pesar de todo, se podrán convocar muchas compañias de todo el mundo y que como todos estos años, muchas luces y mucha cultura alumbrarán Bogotá. Tendremos que esperar al siguiente Festival Iberoamericano de Teatro para ver que no hay personas indispensables. Ni siquiera Fanny.

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