¿Qué importancia tiene para los jóvenes de hoy las encíclicas?

Este ensayo pretende ser realista y no atender a las tentaciones de las masas de escribir lo mismo, apegarse a las necesidades de corto plazo para opinar esperando alguna ayuda, o simplemente argumentar sin sentido, el arte de pertenecer a la homogeneidad.

Entrando en materia, y sin más críticas, quisiera empezar con hipótesis difícilmente refutable: Los jóvenes de hoy en día no se interesan en analizar su realidad social, al menos de una forma sensata. Siempre existe algo superficial para opinar de una forma más profunda y vehemente: Los carros, los miembros de la farándula, los bellos, las novelas, las fiestas, etc. Allí podemos empezar a ver que las cuestiones sociales (de lo que en mayor parte tratan las encíclicas) se degradan a un plano menos importante, a una posición casi irrelevante. El tema sólo se toca entre los jóvenes cuando “tocó”, cuando hay que hacer un ensayo para religión o para ciencias sociales.
Por esa falta de trascendencia que para los muchachos de hoy tienen las cuestiones sociales y políticas, las encíclicas (y todos los documentos que traten sobre estos temas), entran en desventaja con respecto a la tv, al chat, a las revistas light y al aparato que sirve para transmitir mayoritariamente chismes: el teléfono.

A pesar de todo lo anterior, uno no puede acusar del todo a la juventud por esa falta de interés: La política se mezcla con la barbarie y la corrupción, la economía con la injusticia, y la religión con las posturas retrógradas y la disyunción entre retórica y práctica. Para los economistas, desincentivos a pensar. Para mí, lo mismo.

Y bueno, para parar con la ola de melancolía, quisiera empezar a hacer énfasis en el papel de la Iglesia Católica en la intrascendencia de los asuntos sociales, y de las encíclicas como tal.
La Iglesia, desde hace ya casi 40 años, cambió su forma y su imagen frente a la sociedad: Con el Concilio Vaticano II y documentos como el de Puebla y el de Medellín, se establecieron lazos más fuertes con los pobres, además de pequeños cambios en la estructura de la eucaristía.
Sin embargo, al parecer, lo único que ha estado ceñido a lo que los documentos estipulan, es la parte eucarística: En la parte social, el cambio solo se ha visto en algunos curas de lugares aislados, que verdaderamente están comprometidos con sus comunidades y con los nuevos desafíos sociales que enfrenta el tercer mundo. Sin embargo, como dije, esto solo se limita a lugares aislados: La jerarquía católica, sigue igual de insípida como siempre, con moralismos (sin autoridad moral) y posturas muy cerradas al cambio, a la actualización y a la modernidad, de la cual, mi generación es hija natural. Allí también está otro porqué de la juventud alejada de la religión y tan reacia a darle importancia a lo que la Iglesia dice: Son en esencia diferentes, contradictorios. Y la Iglesia, ligeramente evolucionada en el papel, no ha querido avanzar en la práctica. Un buen ejemplo es la contradicción entre el reformismo del que habla el Vaticano II y la elección de papas tan conservadores como Juan Pablo II y Benedicto XVI, nada buenos para la Iglesia y poco entendidos de la modernidad que tanto requiere la Iglesia Católica para reivindicarse con la sociedad.

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