Los salarios en David Ricardo: extravíos e interpretaciones.



Los planteamientos de David Ricardo, inclusive casi doscientos años después de ser publicados, siguen generando controversia y debate entre los teóricos de la economía. En particular, diferentes interpretaciones sobre su concepción de los salarios y la pregunta sobre la integrabilidad de sus construcciones a un marco de trabajo neoclásico han sido puntos esenciales de una discusión que parece no terminar. Este ensayo busca señalar algunos extravíos de estos últimos desarrollos y presentar algunas soluciones que se han propuesto para hacer frente a los problemas que han surgido de esta controversia. Para ello, se resumirán con brevedad algunas contribuciones sobre teorías de los salarios que fueron relevantes en el siglo XVIII, se presentará la propuesta de Ricardo, sus nuevas interpretaciones y algunas debilidades de estas. 


Antecedentes 

Según Stirati (1994), el análisis de los temas concernientes a los salarios estuvo, hasta la publicación de La Riqueza de las Naciones de Adam Smith, más concentrado en temas de política económica –tales como los efectos nocivos de salarios elevados sobre las exportaciones o la productividad de los obreros– que en intentos por encontrar los determinantes de la remuneración a los trabajadores a través del tiempo y en diferentes lugares del planeta. Este énfasis no implica, sin embargo, que no existieran algunos intentos por explicar el pago obrero. En concreto, y como afirma Stirati, resulta claro que en Cantillón y Petty, por ejemplo, se encuentran apartados que sugieren el papel esencial de elementos de carácter consuetudinario en la definición de la remuneración salarial necesaria para la subsistencia de los asalariados y sus familias. Esto puede notarse en Cantillón (1755), cuando afirma que “[…]. En algunas provincias del sur de Francia, el peón se mantiene con el producto de una y media acres de tierra […]. Pero en el Condado de Middlesex el peón usualmente gasta la producción de entre 5 y 8 acres de tierra […].” (Traducción propia). De esta manera, resulta que en estos autores se identifica una conexión entre el nivel de los salarios en un período histórico y lugar espacial particular con los hábitos y costumbres propios de ese momento. Así pues, es evidente que estos pagos pueden variar en el tiempo y de país a país, así como dentro un mismo país. 

Por otra parte, y derivado de lo mencionado en el párrafo anterior, es importante mencionar algunos de los puntos más relevantes de la propuesta teórica de Adam Smith sobre el tópico salarial. En primer lugar, resulta que fue el primero en proponer el esquema de precios duales para los pagos que reciben los trabajadores. Puesto de otra manera, una innovación presente en La Riqueza de las Naciones fue sugerir que los salarios tenían una versión natural y otra corriente, siendo esta última el resultado de desviaciones accidentales de los primeros. Según Stirati (1994) este esquema, si bien ya había sido propuesto por Cantillón para los precios de las mercancías, no había sido introducido en el mercado de trabajo. En segunda instancia, y en lo que se refiere a lo que determina los salarios naturales, definidos como la tasa ordinaria o promedio que es pagada a los asalariados, Smith se inclina por el contexto institucional en el que se desarrollan las negociaciones salariales entre empleados y empleadores y el estado de las riquezas de la nación. En relación al primer elemento, Smith (1776) sugiere que los salarios corrientes “dependen de los contratos hechos entre ambas partes cuyos intereses de ninguna manera son los mismos. El trabajador desea tanto como puede, el empleador tan poco como sea posible. Los primeros están dispuestos a combinarse para subir el precio del trabajo, mientras que los últimos para bajarlo.” (Traducción propia). Dado que este proceso de negociación no es simétrico en términos de poder, pues como lo plantea Smith “[…]. Muchos trabajadores no podrían subsistir una semana, pocos un mes y si acaso escasos un año sin empleo.” (Traducción propia), el salario natural tiende a situarse en el nivel más bajo posible –que no es otro que el de subsistencia, aquel necesario para sostener al trabajador y a su familia. Esta tendencia se ve reforzada, además, por la mayor facilidad relativa que tienen los empleadores para agruparse y negociar con los muchos, dispersos y débilmente organizados trabajadores[1]. Por otra parte, y en lo que es concerniente al segundo elemento que determina los salarios naturales, las sociedades con mayores (menores) niveles de acumulación de riquezas deberían observar salarios naturales más elevados (bajos) en la medida de que la posición de negociación de los trabajadores mejora (empeora) al hacerse más escasa (abundante) la mano de obra.[2]

Así pues, es claro que elementos institucionales, sociales y customarios fueron esenciales en la elaboración de construcciones y apuntes teóricos sobre los salarios de los economistas previos a David Ricardo. 

El salario ricardiano 

De forma análoga a Adam Smith, Ricardo propone que los pagos a los trabajadores tienen un precio natural y un precio de mercado. Esto puede notarse en el inicio del capítulo salarial de Principios de Economía Política y Tributación cuando Ricardo (1821) cuando afirma que “La mano de obra, al igual que las demás cosas que se compran y se venden, y que pueden aumentar o disminuir en cantidad, tiene su precio natural y su precio de mercado. El precio natural de la mano de obra es el precio necesario que permite a los trabajadores, uno con otro, subsistir y perpetuar su raza, sin incremento ni disminución.”. El determinante principal de este último, a diferencia de los precios naturales de los demás bienes mercantiles en la economía ricardiana, no era el trabajo equivalente que había detrás de su elaboración pues, como es evidente, el trabajo no puede determinar el trabajo. Puesto de otra forma, es difícil justificar -inclusive hoy en día, con los avances de la ciencia occidental- que existen fábricas donde se produce mano de obra[3] y, a partir del trabajo equivalente que requiere su producción, se pueda determinar su precio –es decir, el salario. Para evitar esta aporía teórica, David Ricardo sugirió tratar la remuneración salarial, en su dimensión natural, de una manera diferente a la de los precios de las otras mercancías que se transan en los mercados. De esta manera, propone que el nivel natural de los salarios está asociado al valor real de un paquete mínimo de consumo, definido de forma consuetudinaria y que, en consecuencia, puede variar. Esto es claro cuando Ricardo (1821) sugirió que los salarios naturales “[…]. En un mismo país varía en distintas épocas, y difiere cuantiosamente de un país a otro. Depende esencialmente de los hábitos y costumbres de la gente.”. 

Por otra parte, el salario de mercado se define como aquel que efectivamente se paga a los trabajadores por su labor. En la medida en que Ricardo estaba de acuerdo con el esquema de la gravitación universal[4] propuesto por Cantillón y Smith, este debe tender hacia su par natural. A diferencia de sus antecesores, sin embargo, David Ricardo propuso algunos mecanismos de ajuste que permitirían la convergencia entre ambos tipos de salarios. Según Stirati (1994), estos son fundamentalmente de oferta –es decir, la demanda de trabajo no aparece como un factor determinante a la hora de asegurar el cumplimiento de la gravitación- y de dos tipos: un primero, que se refiere a los ajustes del salario natural tras los cambios en los precios de mercado de los bienes que forman la canasta y un segundo, que consiste en ajustes poblacionales que modifican el salario de mercado en la medida en que estos afectan la relación entre población y empleo en el largo plazo. Estas propuestas, sin embargo, no han estado exentas de críticas. En concreto, Stirati sugiere que no existe claridad sobre la motivación que existe para que los cambios en los precios de los bienes de la canasta se reflejen de forma inmediata en el valor de la canasta misma –es decir, que los trabajadores no pierdan poder de compra real de forma inmediata. Adicionalmente, los cambios en los precios de estos bienes pueden ser accidentales por lo que tampoco es evidente que esta forma de ajuste permita que, a lo largo del tiempo, la diferencia entre los salarios naturales y los de mercado se minimice. 

Derivado de los inconvenientes planteados anteriormente, resulta que la gravitación terminará dependiendo del segundo aparato de ajuste: la población. Esta opción, sin embargo, es también problemática pues –entonces- la convergencia de los dos tipos de salarios dependerá de un elemento que es de difícil variación: a diferencia de lo que sucede con todos los demás bienes de la economía mercantil, que se pueden producir o retirar del mercado de forma relativamente rápida y siempre con el sustento conceptual de la maximización de utilidades, la mano de obra no puede producirse con la raudez necesaria para que se convierta en un mecanismo de convergencia sistemático entre los diferentes tipos de salarios. Este problema no se presenta, por ejemplo, en Smith pues si bien se recoge a la población, su magnitud y, consecuentemente, su poder de negociación frente a los empleadores, el rol que juega no es el de mecanismo de ajuste sino de determinante del salario natural sobre el cual se debe gravitar. Así pues, en la utilización de los cambios poblacionales como herramienta de convergencia de los diferentes tipos de remuneraciones salariales yace uno de los pecados ricardianos. Como se verá más adelante, este no ha sido gratuito. 

Nuevas interpretaciones 

En las últimas décadas, y a partir de las discusiones planteadas en el acápite anterior de este ensayo, han surgido renovados análisis de la obra de David Ricardo. En particular, ha recibido especial atención la propuesta de integrar a la economía ricardiana dentro de un marco de trabajo neoclásico o, aunque sea, marginalista. Esto puede notarse en Hollander (1992) cuando, al discutir sobre la presencia de análisis de oferta y demanda dentro del trabajo de Ricardo, afirma que “Existe una tradición que sugiere que la teoría de la demanda jugó un rol pequeño, si es que alguno, en el análisis ricardiano. Nada podría estar más lejos de la verdad.” (Traducción propia). En la dimensión salarial de esta discusión, esta postura emergente se ha manifestado a través de la propuesta de endogeneizar el salario, que resultaría de la interacción de las curvas de oferta y demanda de trabajo de largo plazo y del mecanismo descrito en el pecado ricardiano del acápite anterior. Esto es claro cuando Hollander (1982) cita a Ricardo (1821) y su tesis de que el salario “será sólo suficiente para mantener a la población […]. Supongamos que las circunstancias del país son tales que los trabajadores más pobres son llamados no sólo a continuar su raza, pero a incrementarla; sus salarios deberían regularse de forma acorde. Pueden multiplicarse, si un impuesto les ha quitado una parte de sus salarios y los ha reducido a sus necesidades más escuetas?.” (Traducción propia) y sugiere que no podría existir una expresión más clara de una relación funcional entre la población y el nivel de salarios. 

Esta postura, como habría de esperarse, ha sido objeto de numerosas críticas. En primer lugar, y haciendo referencia al intento general de incorporar la economía ricardiana a un marco de trabajo marginalista, Roncaglia (1982) sugiere que el análisis económico de David Ricardo, como el de todos sus pares clásicos, parte de una concepción circular del sistema de producción y consumo que es sustancialmente diferente al unidireccional de insumos y bienes de consumo que ofrece el enfoque que hoy en día es preponderante. En particular, el proceso de producción, central en la economía de los clásicos, es, dentro del enfoque marginalista, apenas un medio que conecta las satisfacción de los gustos de los agentes con sus dotaciones iniciales de bienes escasos. Adicionalmente, un elemento teórico característico de la aproximación neoclásica es la presencia de agentes optimizadores –lo que se refleja, además, en la modelación y que permite la construcción de curvas funcionales de oferta y demanda– que brillan por su ausencia en los apuntes ricardianos. Así pues, y teniendo en cuenta estas diferencias primordiales, una integración de Ricardo a la economía neoclásica parecería, a lo menos, difícil. 

En segunda instancia, y volviendo al debate salarial, la propuesta de endogenización del salario a partir de curvas de oferta y demanda ha sido también polémica por varias razones: en primer lugar, hay evidencia que sugiere que Ricardo era fundamentalmente escéptico sobre el rol de la oferta y la demanda para explicar los fenómenos asociados a los precios naturales. Esto es evidente en Ricardo (1821) cuando sugiere que “Es el costo de la producción lo que en últimas regula el precio de los bienes y no, como se dice usualmente, la proporción entre oferta y demanda: la proporción entre oferta y demanda podría, incluso, por algún tiempo, afectar el valor de mercado de un bien, hasta que este sea suministrado en mayor o menor abundancia, de acuerdo a cómo haya incrementado o disminuido la demanda; pero este efecto será solo de temporaria duración”. (Traducción propia). Teniendo esto en cuenta y contando con la existencia de la canasta, el papel de elementos de oferta y demanda en el salario natural de Ricardo parece, a lo menos, elusivo. Adicionalmente, en la nueva interpretación que aquí se ha presentado, hay explícitas relaciones funcionales entre población y salarios que en ningún caso fueron expuestas por David Ricardo. En este sentido, Hollander (1995) ha admitido que no reclama que Ricardo haya puesto en claro algunos puntos que él sugiere, pero que estos puntos –dentro de ellos la relación funcional clara entre el salario natural y la población- no son lógicamente incompatibles con lo que ha escrito David Ricardo. Así pues, y como lo sugiere Roncaglia (1982a), estas confesiones son relevantes en la medida en que confirma que esos elementos no están presentes en Ricardo. Esto lleva, de forma inevitable, a pensar que las interpretaciones de Hollander no serían otra cosa más que -en el mejor de los casos- actos de fe y -en el peor- imposiciones descaradas. Ya, varias décadas luego de la publicación de Principios de Economía Política y Tributación y un par de años antes de que Hollander recibiera su título doctoral, Piero Sraffa (1966) se encargaría de endogenizar el salario dentro de un sistema de ecuaciones que describiría un esquema de producción circular y de excedentes, coherente con el marco analítico que utilizó David Ricardo y sin tener que recurrir a violencias filológicas. 

Lo problemático de este asunto es, en todo caso, que las atribuciones que se le imponen arbitrariamente al pensamiento ricardiano no son menores pues, como es claro en la endogenización del salario y la consecuente eliminación de elementos sociales y consuetudinarios en su determinación natural, cambian la estructura del mismo y, por esta vía, distorsionan los avances y retrocesos de la escuela clásica. 

Conclusión 

Como se ha mostrado en este ensayo, la teoría de los salarios de David Ricardo recogió elementos importantes de sus predecesores, tales como la existencia de una remuneración natural y la relevancia de aspectos de carácter institucional y consuetudinario para su determinación. Esto no implica, sin embargo, que la propuesta teórica recogida en Principios de Economía y Tributación haya estado exenta de aportes al cánon de conocimiento ya existente. En particular, el intento por describir mecanismos de ajuste que permitirían la gravitación del salario de mercado entorno al natural fue una innovación que, aunque imperfecta, permitió que se abriera un nuevo frente de discusión y de investigación. En este desarrollo, sin embargo, han aparecido nuevas interpretaciones que forzan las propuestas de Ricardo dentro de un marco de trabajo neoclásico o marginalista. Como se ha dispuesto en este ensayo, este intento es un extravío pues la estructura analítica ricardiana es fundamentalmente diferente a la preponderante y, al final del día, los elementos usados para justificar su integración no están presentes de forma explícita en el pensamiento económico de David Ricardo. Resulta así, que esta imposición es, por su naturaleza distorsiva, dañina para el análisis de la contribución de Ricardo a la escuela clásica y, en consecuencia, para el desarrollo del análisis económico mismo. 


Bibliografía
Cantillón, R. (1755). Essai sur la Nature du Commerce en Général (1964 ed.) (H. Higgs, Ed.). Nueva York: A. M. Kelley.

Hollander, S. (1982). A Reply. The Journal of Post Keynesian Economics, 4(3), primavera, 360-372.

Hollander, S. (1992). Classical Economics. Toronto: University of Toronto Press.

Hollander, S. (1995). Ricardo, the new view. Londres: Routledge.

Ricardo, D. (1821). Principles of Political Economy and Taxation (P. Sraffa, Ed.). Cambridge: Cambridge University Press.

Ricardo, D. (1973). Principios de Economía Política y Tributación (P. Sraffa, Ed.). México: Fondo de Cultura Económica.

Roncaglia, A. (1982). Hollander's Ricardo. The Journal of Post Keynesian Economics, 4(3), primavera, 339-359.

Roncaglia, A. (1982). Rejoinder. The Journal of Post Keynesian Economics, 4(3), primavera, 373-375.

Smith, A. (1776). An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations (1976 ed., The Glasgow Edition of the Works and Correspondence of Adam Smith) (A. S. Skinner, W. B. Todd, & R. N. Campbell, Eds.). Oxford: Oxford University Press.

Stirati, A. (1994). The theory of wages in classical economics: A study of Adam Smith, David Ricardo, and their contemporaries (J. Hall, Trans.). Aldershot: E. Elgar.

Straffa, P. (1966). Producción de mercancias por medio de mercancias. Barcelona: Oikos Taus.

Notas al pie

[1] Otro punto relevante es la existencia de leyes que prohibían la agrupación de los trabajadores y afectaban, en consecuencia, su capacidad para hacer colusión y ganar poder de negociación.


[2] Una descripción más detallada de los argumentos de Smith en este particular pueden encontrarse en Smith (1776).


[3] Este asunto es especialmente claro en la economía capitalista. En otros tipos de economía, como la esclavista, es más difuso. Sin embargo, esa discusión está más allá del alcance de este ensayo.


[4] Ver Ricardo (1821) para notar que comparte la noción de gravitación propuesta por Cantillón y Smith.

No hay comentarios.: