Un Plan de acción para el campo...

Todos estos días ha existido un revoloteo en medios de comunicación escritos, virtuales y orales de Colombia y hasta en algunos de los Estados Unidos por la visita del Presidente Uribe a Washington para pedir la ratificación del Tratado de Libre Comercio y la ayuda militar con el Plan Colombia.

Varios columnistas como Alejandro Gaviria, Rudolf Hommes y Héctor Ábad Faciolince (Vean que son de distintas inclinaciones) han sugerido que la ayuda internacional se acabe porque es una forma de imperialismo, de dominación, falta de dignidad y pantalones del gobierno para asumir las responsabilidades monetarias por la lucha contra las drogas.
Además, el Plan Colombia ha sido especialmente ineficiente, un fracaso, sobretodo porque no ha podido subir el precio de la coca al detal (Que era su principal objetivo). De hecho, el costo de este alucinògeno ha bajado un 35% desde 2003 hasta 2005, cifras nada positivas para la agenda de lobby en Washington.

Sin embargo, creo, nos dirigimos hacia una lucha estéril. La coca no se va a acabar (Que es el principal propósito de Uribe) con sólo bombardeos y fuerzas especiales. Es como cortar una hierba mala, de esas que nunca mueren. La solución más práctica está en cambiar la semilla de la coca por una de maíz, caña de azucar ó arroz.
Pero por obvias razones, esto no va a pasar porque sí o porque a los campesinos les dé por un ataque de paz.

Se deben dar incentivos a la creación de empleo en el campo, ambiciosos recortes impositivos a las empresas que crean trabajo en el agro, zonas sin impuestos (Como zonas francas) para la agricultura únicamente y cooperativas campesinas que investiguen y creen productos de valor agregado como COLANTA.

Además un profundo programa de democratización de la tierra y el trabajo; No me refiero a una reforma agraria, sino a altísimas tasas impositivas para los terratenientes y los dueños de latifundios que no generen una cantidad razonable de empleos por hectárea. Tampoco se trata de irrespetar la propiedad.

Por ejemplo: Digamos que lo razonable es que dos campesinos trabajen por hectárea y lo que algún terrateniente tiene trabajando es 1, el impuesto se le debe aplicar por hectárea y debe ser lo suficientemente alto como para igualar los costos de que los dos campesinos por hectárea trabajen.

Los recursos para financiar los huecos que dejarían los recortes de impuestos se podrían obtener mediante impuestos a ganancias de capital, sectores ordinariamente ricos como el petrolero y minero ó hasta la reimplantación de la doble tributación con países que traigan pequeños flujos de inversión ò amenazas para el agro y no exista TLC (Desgravaciones bilaterales).

Estas propuestas tal vez no reduzcan del todo el problema del tráfico de narcóticos, pero pueden ser alternativas viables y razonables para aumentar la competitividad del país en el agro frente a la competencia que trae el comercio (Menores impuestos, menores costos al consumidor) y un intermedio entre los respetables extremos de la legalización y los bombardeos estériles de Bush y Uribe.

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