Columna Comentada: La felicidad en Colombia

Los hallazgos de la Encuesta Nacional de Salud y los desfases de nuestros ascensores respecto a los estándares internacionales arrojan luz sobre uno de los grandes misterios de la humanidad: que Colombia aparezca en las encuestas como uno de los países más felices del mundo. El truco está claro: con seguridad a la gente la encuestan cuando por fin ha logrado escapar de un ascensor atestado de efluvios ajenos.
Mauricio Reina, Investigador de Fedesarrollo en Portafolio, 20 de Junio de 2008.

Esta columna de Reina ha sido cómica por su forma: Justifica la felicidad de los colombianos -en los rankings globales siempre estamos entre los primeros- en que los encuestados son entrevistados justo después de salir de una tortuosa jornada de subida o bajada en un ascensor. Yo sinceramente no lo creo así. Podemos empezar porque los ascensores están disponibles solo para un fracción -probablemente poco más de la mitad, por aquello del país rural- de los colombianos, y aún así siguen siendo felices. En segunda instancia, los múltiples análisis e índices de felicidad toman en cuenta -según escuché en la W Radio alguna vez que Colombia salió de No. 2 a nivel global- estadísticas globales del país como mortalidad infantil, asistencia escolar, años de educación, etc... Lo que hace que una separación entre los que están o no en ascensores se hace imposible. De tercero, los colombianos somos felices, creo yo, porque nuestra historia de violencia, de sinsabores económicos y tribulaciones políticas nos ha exigido sacarle, de la forma más eficiente posible, lo bueno a la vida. Por allí dicen que la felicidad está en las pequeñas cosas. Y es algo que muchos sabemos, así sea entre personas o en familia. Y eso, me parece, es mucho más plausible que una hipótesis de ascensorismo maquillado.

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