Ficción y Realidad

La revista Arcadia publicó la lista de los libros más leídos en el año que termina. Aunque fue un año muy productivo para la labor de los escritores que todavía crean ficciones literarias, con obras como The Informers de Juan Gabriel Vásquez y Mudanza de Andrés Burgos, los libros que encabezan la lista de los más vendidos no son obras que requieran esta ardua labor literaria. Son libros que recrean arriesgados rescates a secuestrados, liberaciones dramáticas y escapes milagrosos. Estos son libros tales como Mi Fuga a la Libertad, de John Pinchao, y El Trapecista, de Fernando Araujo.
Cualquiera podría afirmar que los libros que narran estas condiciones de secuestro han superado cualquier ficción. Que los testimonios superan en veracidad a cualquier historia imaginada. Que el estilo y el quehacer del escritor no son tan valederos como una secuencia de hechos, a veces desconcertantes, que se saben ciertos. La ficción supera a la realidad, podría terminar por concluirse. Todas estas historias han originado marchas colectivas y sentidas iniciativas que han desbordado en pasión, si no es que en delirio. Han llevado a todos a hacer las mismas exclamaciones colectivas, en contra dé y a favor dé. Y sin embargo, todo lo que conocemos sobre el secuestro por estas historias parece haber consumido más a la imaginación que al raciocinio. Estas historias reales piden ser escuchadas porque son contadas por sus propios protagonistas. Pero estos protagonistas no son personajes con un propósito dentro de todas estas historias. Son personas que por accidente llegaron a ellas. Estas no son ficciones que se toman la libertad de pedir ser creíbles por unos momentos a cambio de brindar una perspectiva distinta y enriquecedora. No, estas ficciones, que son reales, llegan a la fuerza y se desnudan sin propósito alguno. Son reales, por supuesto, pero solo son veraces por su circunstancia, no por sus cualidades. No es extraño entonces que todo reclamo colectivo ante la sin razón de la violencia y del secuestro sea un fenómeno coyuntural la mayoría de las veces, y que poco o nada sea lo que realmente puede guiar a los discursos políticos y sociales, los cuales se consumen tan rápidamente como se consume algo que imaginan todos los miembros de un colectivo. Pero en estas historias no son claras las razones ni las justificaciones de los protagonistas. Ni siquiera se sabría afirmar si son o no héroes. Solo existen estos testimonios, sin rumbo fijo, sin orientación que los diferencie de los muchos otros testimonios ya pasados que perdieron vigencia hasta hace apenas unos años.
Tal vez la tragedia no esté solo en el acontecimiento de los hechos violentos e ignominiosos. Tal vez la tragedia también está en el olvido que prometen estas historias sin ficción literaria, que solo tienen la crudeza de la abrumadora realidad.

1 comentario:

Apelaez dijo...

Yo me leí la de pinchao y con eso tuve para saber que esos años de cautiverio fueron una pesadilla, una pesadilla monótona y aburridora.

Por eso estos libros tambien son aburridos, narran hechos sin duda fuertes para los que los vivieron, pero, al no ser estos buenos escritores, las anecdotas terminan en una sarta de cosa cada una más aburridora que la otra, cuando no en un discurso que nada tiene que ver con lo que se supone estan contando.

Predicción: en un año nadie se acordará de esos libros.