
Contrario a las indignaciones de la iglesia, que tan extraños ve los encuentros con los escenarios eróticos no necesariamente inmorales, y contrario al temor de las autoridades por desatar una respuesta colectiva desconcertada ante sus propios impulsos y curiosidades sexuales, en los medios de internet se publica información sobre los sexshops y los juguetes sexuales. Independientemente de creer que sean pervertidos o innecesarios, la verdad es que las ventas de estas tiendas son cada vez más altas. De hecho, Yahoo noticias informó que las ventas de juguetes y accesorios sexuales fue de lo poco que no disminuyó en la recesión norteamericana, y otros medios han informado que una tienda europea puede llegar a facturar 900.000 euros al año.
Tal vez sea de mal gusto, tal vez la salud sexual no pueda ser sustituida por el uso de accesorios que parecieran ser más fetichistas que propiamente sexuales, pero las ventas no mienten. Estamos en una sociedad que más que temor, siente es curiosidad por este tipo de escenarios y por este tipo de productos. Así que, tal vez no exista ideología sobre la moral sexual que pueda con este nuevo mercado. Parace que Freud no exageraba al prever el efecto de los impulsos sexuales en las dinámicas económicas de la sociedad.
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