Un fenómeno joven
El estudio del rol de diferentes instituciones sociales en la producción del conocimiento es un acontecimiento relativamente reciente: la historia de la ciencia, entendida como un esfuerzo por develar el rol de las prácticas humanas, los intereses particulares y las preferencias de algunos grupos poderosos y no como una ceremonia con el objetivo de enaltecer los hitos de la comunidad científica de Occidente, tiene poco más de medio siglo. Sólo a partir de la década de los sesenta se consideró estándar el análisis de la ciencia desde los estudios sociales (Burke, 2002). Como lo sugiere Nieto (1995), la emergencia de este enfoque tiene que ver con la esterilidad de otras propuestas para explicar el devenir del conocimiento científico. Concretamente, sugiere que el fracaso de las demarcaciones formales y de los criterios a-históricos, planteados por Popper y los miembros del Círculo de Viena, fue una motivación para construir una nueva historia, esta vez, desde una comprensión crítica.
Este intento ha estado marcado por el surgimiento de varias interpretaciones, cada una de ellas con su propio matiz sobre el rol de los mecanismos sociales en el tema de marras. En Nieto (1995) se pueden identificar al menos dos grandes disciplinas aportando a este proyecto: La filosofía y la sociología.
En primer lugar estuvieron los aportes filosóficos casi paralelos y similares de Ludwig Fleck y Thomas Khun. Estos establecieron que los hechos científicos eran el resultado de una construcción que se deriva de un conjunto de relaciones sociales propias de una comunidad específica. Este conjunto de expresiones, derivadas de interacciones entre individuos, suele estar asociada a paradigmas que, dada la naturaleza revolucionaria de los procesos que los construyen, suelen ser inconmensurables. Por este motivo, no se puede pensar en el desarrollo científico como una jovial marcha del progreso sino como un algo discontinuo. Por otra parte, emergieron propuestas más radicales como el relativismo anárquico de Feyereband, que serán criticadas con detalle más adelante.
En segunda instancia, la contribución de la sociología tuvo un enfoque distinto pues más que buscar estudiar la naturaleza social del conocimiento, focalizó sus esfuerzos en entender los procesos de construcción de este, sin preocuparse por su carácter verdadero o racional. Esta propuesta de investigación fue desarrollada por varias escuelas, pero fue liderada por el “Programa Fuerte de Sociología de Edimburgo”, cuya metodología presupuestaba algunos principios que terminaron en la supresión de la diferencia entre creencia y conocimiento. Esto convierte la creación de este último en algo eminentemente social, mundano como cualquier otra actividad humana y vulnerable a grupos de interés. En últimas, como diría Foucault, el poder está en todos lados.
Un resultado necesario de estas conclusiones es que las aspiraciones de algunos grupos débiles por aportar a la construcción de la ciencia pueden truncarse por no poder ajustarse al juego de convenciones propuestos por las gentes dominantes. Concretamente, Nieto (1995) comenta que los intentos de ciencia del tercer mundo y de algunos grupos vulnerables (como mujeres e individuos no caucásicos) están expuestos a este riesgo. En el caso de los esfuerzos científicos de los países en desarrollo, la materialización de esta contingencia no sería más que una prueba del carácter político de la ciencia y su uso como herramienta de dominación y explotación. En general, esto podría abrir la puerta a una interpretación histórica en la que los llamados vectores de conocimiento van en una sola dirección: centro - periferia. Sin embargo, los procesos de expansión de la ciencia han sido más complejos.
Los extravíos
Se ha hecho un recuento de las propuestas que las ciencias sociales han desarrollado para dar cuenta del desarrollo científico de los últimos tiempos. Como está expresado en este ensayo, esta travesía para lograr una historia social del conocimiento está justificada. Sin embargo, este esfuerzo no está exento de caer en despropósitos e interpretaciones que pueden no sólo atentar contra algunos conceptos lógicos sino también contra la evidencia empírica misma. Específicamente, se busca criticar dos extravíos: El relativismo anárquico, cuya justificación social es cuestionable y tambalea al examinarle a la luz de algunos conceptos lógicos, y la interpretación que sugiere una relación unidireccional entre centro y periferia en lo que se refiere a asuntos de ciencia.
El relativismo de Feyerabend
Contra el Método, publicado por Feyerabend (1975), propuso una serie de tesis sobre la historia de la ciencia que fueron más que controversiales (Gutting, 2003). Específicamente, el argumento principal del libro es que no existen criterios metodológicos bien demarcados que sean útiles para describir el progreso del conocimiento, pues la complejidad de la historia de la ciencia es tal que si se insiste en buscarlos –como lo hizo Popper- no se obtendrán resultados. En otras palabras, el puerto de llegada de esa travesía no sería otro más que el de la esterilidad. Por otra parte, si fuera cierto que la ciencia se determinara por tales reglas estructurales, la creación de nuevas teorías sería demasiado complicada y restringida, limitando el desarrollo del conocimiento mismo.
Naturalmente, estos argumentos abren la puerta a lo que hizo famoso a Feyerabend: El relativismo epistemológico. La lógica es simple: Si no existen reglas ni métodos generales aceptables, ¿qué tiene de especial la ciencia cuando se le compara con otras tradiciones? La respuesta es sencilla: Nada. De esta forma, el científico investigador de una Universidad de la Ivy League no es, pues, diferente al chamán de una tribu extraviada en la selva amazónica. Excepto, es claro, si se tiene en cuenta que hay factores históricos que han impulsado la dominancia de uno y la irrelevancia del otro. Como diría el mismo Feyerabend (1978), el espectáculo ha sido amañado a su favor. En todo caso, la justificación política del relativismo es más que explicita en Feyerabend (1991), cuando afirmó que la intención del movimiento era proteger a las minorías de las acciones de los que se creen dueños de la verdad.
Sus posiciones radicales le han merecido tanta fama como críticas. Específicamente, sus fundaciones lógicas han sido uno de los puntos débiles más atacados: En su libro contra el constructivismo y el relativismo, Boghossian (2007) se pregunta si existe espacio para esas corrientes pues es claro que existen hechos –como la existencia de los dinosaurios en la tierra- que no pueden ser construcciones sociales. Este problema, denominado de causación, se deriva de que son independientes de nuestra existencia y concepciones mentales particulares. Adicionalmente, si es estrictamente cierto que los hechos se construyen únicamente a través de mecanismos sociales, diferentes comunidades con intereses distintos podrían construir hechos diferentes y contradictorios relacionados con exactamente los mismos fenómenos, violando el principio lógico de no contradicción. Es decir, que algo no puede existir y no existir de forma simultánea en el mismo mundo.
Pero más allá de los problemas de lógica estructural, la teoría de Feyerabend merece una crítica política desde la misma propuesta metodológica del “Programa Fuerte de Edimburgo”: Si su interés (y justificación última), como abiertamente lo ha reconocido Feyerabend, era proteger a las minorías de aquellos que pretendían ser dueños de la verdad y lo que motivó ese esfuerzo fue eso, sin consideraciones adicionales, ¿es esta una propuesta que debería ser tomada seriamente por la comunidad de estudios sociales de la ciencia? En últimas, esta no sería más que una propuesta al servicio de los débiles. Y aunque esta pudiera parecer una justificación de peso, ¿no la pondría al mismo nivel de las abstracciones construidas por el establecimiento para defender la misma ciencia occidental?.
La relación centro-periferia
Obnubilado por un eurocentrismo desconcertante, Hegel (2004) decía que los americanos eran como niños, ajenos a cualquier tipo de fines superiores y dominados por la naturaleza. Como sugiere Nieto (2010), la opinión hegeliana no era la excepción en la Europa de la ilustración. En todo caso, esta sugestión, examinada a la luz de las conclusiones sociológicas ya revisadas, puede caer en la tentación de predecir la expansión de la ciencia a través del globo como un proceso unidireccional, de iluminados a equivocados o, si se quiere aceptar el pesimismo hegeliano, a desinteresados. No obstante, las dinámicas de expansión de la ciencia occidental parecen haber sido mucho más complejas y ricas en retroalimentación de lo que se esperaría de una síntesis de los planteamientos recién expuestos.
A modo de ejemplo, Nieto (2010) muestra que la obra de Alexander Von Humboldt incorporó elementos de lo que podríamos llamar conocimiento americano a marcos de referencia europeos. Naturalmente, esto implica que sigue existiendo una relación de poder asimétrica pues el objeto sigue siendo caracterizar conocimiento americano en términos de la universalidad de los estándares de Europa. Sin embargo, esta relación es distinta a la que uno podría esperar de gentes intelectualmente inertes como las que proponía Hegel cuando se refería a los habitantes de nuestro continente.
En segundo lugar, Elshakry (2010) describe que los procesos de expansión de la ciencia occidental en China y Egipto, naciones con importantes tradiciones intelectuales, habrían sido de carácter primordialmente sincrético. De esta manera, las instituciones de enseñanza occidentales que se asentaron en los países de marras ofrecían estructuras curriculares con contenidos de origen europeo y nativo de forma simultánea. La composición de la planta profesoral era coherente con esa propuesta de enseñanza y se buscaban puntos de encuentro entre ambas tradiciones de conocimiento..
En últimas, lo que estos ejemplos sugieren es que es sensato proponer que la expansión de la ciencia no ha seguido un proceso unidireccional. Esto no implica, al menos de forma inmediata, que esta haya estado exenta de perturbaciones sociales. Al contrario, y como se deriva de una comparación de los ejemplos recién planteados, se vuelve un problema más interesante pues surge la pregunta de por qué el proceso en América fue menos sincrético que en Oriente. Esta es una tarea para los estudiosos sociales del conocimiento que se escapa al objetivo y alcance de este ensayo.
Conclusión
Los estudios sociales del conocimiento son un fenómeno relativamente reciente. No obstante lo anterior, se han desarrollado propuestas de investigación que ya han arrojado algunas conclusiones y que permiten entender mejor el desarrollo de la ciencia. Este esfuerzo, justificado en la esterilidad de sesudos intentos previos, no ha estado exento de problemas e interpretaciones que son cuestionables. Un par, tal vez los más sobresalientes, han sido criticados en este ensayo. En primer lugar, llaman la atención la débil justificación política y los problemas conceptuales del relativismo de Feyereband pues desenmascaran algunas fragilidades de esta teoría. En segunda instancia, la posibilidad de una interpretación unidireccional de la relación entre los centros globales de conocimiento y la periferia es problemático cuando se contrasta con la evidencia. De cualquier forma, las dinámicas de interacción entre centros de conocimiento y periferia pueden ser muy complejas y supeditarlas a una interpretación de ese tipo no sólo puede ser empíricamente cuestionable sino también limitante desde el punto de vista conceptual y teórico: A pesar de lo que pensara Hegel (2004), no parece muy razonable afirmar que el mundo extra-europeo está lleno sólo de niños.
En suma, los estudios sociales del conocimiento han tenido un desarrollo remarcable en el último siglo. Aún así, existen algunas posiciones que merecen ser cuestionadas para permitir el desenvolvimiento de mejores teorías que respondan a los interrogantes que subsisten en este campo de estudio.
Referencias
Boghossian, P. A. (2007). Fear of knowledge: Against relativism and constructivism. Oxford: Clarendon Press.
Burke, P. (2002). Sociología e Historias del Conocimiento: Introducción. En Historia Social del Conocimiento: De Gutemberg a Diderot. (pp. 11-31). Barcelona: Paidós.
Elshakry, M. (2010). When Science Became Western: Historiographical Reflections. Isis, 101(1), 98-109. doi: 10.1086/652691
Feyerabend, P. (1975). Against method. Londres: Verso.
Feyerabend, P. (1978). Science in a free society. Londres: New Left Books.
Feyerabend, P. (1991). Three dialogues on knowledge. Cambridge, MA: Blackwell.
Hegel, G. W. (2004). Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal. Madrid: Alianza.
Nieto, M. (1995). Poder y Conocimiento Científico: Nuevas Tendencias en Historiografía de la Ciencia. Historia Crítica, (10), 3-13.
Nieto, M. (2010). El Nuevo Mundo y Europa. En Americanismo y eurocentrismo: Alexander von Humboldt y su paso por el Nuevo Reino de Granada (pp. 92-118). Bogotá, D.C.: Ediciones UniAndes.
Preston, J. (1997, Agosto 26). Paul Feyerabend. En Stanford Encyclopedia of Philosophy. Consultado en Agosto 21, 2012, en http://plato.stanford.edu/entries/feyerabend/
1 comentario:
Los seres humanos contamos historias a través de las ficciones y los finales imaginarios que nos hacen posible nuestra mente, nuestro lenguaje y nuestra vida social. Pero la ciencia trata sobre otra historia, más universal que nuestra propia especie, y su transformación social desde la era moderna.
Creo que los discursos según los cuales es posible entender a la ciencia como el resultado de circunstancias sociales, tal vez son en parte ciertos, pero también en parte falsos. El caso, es que aunque estos factores hagan más visible la labor de unas personas sobre otras, los grandes descubrimientos han sido producto de la creatividad humana, más que de ciertas estructuras de poder o ciertas instituciones. La historia muestra, por el contrario, que personas como Isaac Newton prevalecieron son sus ideas sobre la inercia de las instituciones de su época. Personas como Einstein lograron celebridad porque se encontraron con academias maduras y en pleno desarrollo disciplinar.
Pero es mejor ver, como ejemplo, la historia de la física, resumida en cuarenta minutos, para ver, que la historia de la ciencia la hacen los científicos, y no los historiadores, o muchos menos, los epistemólogos: http://www.youtube.com/watch?v=g8dllHEnDkg
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