Sobre los renovadores literarios… *

El mundo era bello, el horizonte soleado y el porvenir brillante. Los países de las Américas progresaban: Los Estados Unidos crecían y se convertían en la potencia mundial más trascendente. América Latina iba mucho más lenta, pero de todas maneras, caminaba. Las libertades se extendían y la democracia parecía consolidarse, o por lo menos, no flaqueaba tanto. El fortalecimiento del comercio internacional favoreció a nuestros países y el crecimiento económico generó algunas luces de industrialización, a pesar de que seguíamos (y seguimos) peligrosamente dependientes de la economía primaria de extracción de materias primas.
Pero todo no pudo ser maravilloso y sonriente para el mundo. La prosperidad no fue perpetua. El horizonte ya no era tan soleado y más bien parecía que una tormenta iba a inundar nuestro frágil modelo económico y social. Y entonces, lo que pasó… pasó.El exceso de producción en todo el mundo, combinado con malas noticias de demanda en los Estados Unidos, y el default de la deuda soberana de Alemania generaron un pánico especulativo tremendo que hizo que los inversionistas, en efecto manada, vendieran todas sus acciones y los precios de estas, lógicamente, se vinieran al piso. Cientos de empresas quebraron. Miles de desempleados aparecieron de la nada. El fantasma del drama social reapareció. Las economías del continente americano sufrieron una severa contracción. Por ejemplo, Colombia cayó un 4,5%.Entonces, el sueño de una sociedad globalizada pasó de nuevo a vitrinas. La decepción por el comercio se generalizó. La interconexión mundial se desvaneció. La necesidad de estimular la producción interna significó altos aranceles y clausura de mercados. Por ejemplo, los Estados Unidos, empezaron a intentar la generación de bienestar material por la vía del crecimiento endógeno. Y lo mismo se puede decir de América Latina, que desde allí se encaminó por la famosa (y ya hemos visto, fallida) sustitución de importaciones y el nacionalismo económico: Hacer lo propio y depender de nadie más que de nosotros mismos.
Ese pensamiento cerrado, al parecer tuvo bastante influencia en otras áreas de la sociedad. Los pensamientos de “independencia”, al parecer, no se limitaron a la economía y el comercio. En la parte cultural, y especialmente literaria, surgió un movimiento de aires renovadores y con ganas de encaminarse hacia nuevas e inexploradas experiencias. Ellos eran, como describí arriba, los renovadores literarios.
De ellos, los más avezados fueron los espíritus emblemáticos de América Latina en el siglo XX. Sería tonto decir que Borges, Rulfo, Sábato o Carpentier no fueron el mejor ejemplo de lo que la sociedad latina quería y significaba en su determinado momento: Cosas nuevas y propias. La búsqueda de nuestra identidad, “las gafas propias al leer”, aprovechar nuestra magia y tener la posibilidad de ir más allá de lo racional e incursionar en lo maravilloso y la fraternidad inherente a nuestra mezclada y tribulada raza Latina.
Y al parecer, lo lograron. Fueron los precursores del mayor boom literario que los ojos de América vieron. Guiaron la forma de pensar de más de una generación en su pueblo, y por último, y sin tanto brillo, nos aislaron de otras riquezas culturales foráneas que no debimos olvidar.

* Ensayo realizado para la clase de Español.

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