Una lucha milenaria... *

Es probablemente el tópico que más atención ha recibido a lo largo de toda la historia. De él todo se ha dicho y siempre está vigente.Es un tema apasionante en el cual se pueden identificar dos aspectos bastante marcados: Lo primero, es que lo más cómico (ó triste, no se sabe) de todo, es que no se ha llegado a una conclusión que pueda ser aceptada por la mayoría de las gentes. Es algo que todavía sigue, como una discusión interminable; y lo segundo, es que este es un debate que se ha democratizado verdaderamente. Por ejemplo, uno puede escuchar hablar del tema a una vendedora ambulante que ha leído el Génesis y cree en él ciegamente, o a un estudiante de biología que se sabe las mil y una teorías científicamente válidas para refutar argumentos fantasiosos y creencias sin mayores bases racionales. Los actores son irreconciliables. Como el agua y el aceite, para usar la jerga popular.Y este tópico, no puede caber la menor duda, ha sido el del origen de la vida.Su discusión, caricaturizada, puede tomarse como una lucha milenaria. Algo así como la eterna disyuntiva entre el bien y el mal. O mejor, entre el “bien científico”, que es representado por las teorías y los estudios que el mundo libre y moderno nos ha dejado conocer, y el “mal idealista”, que es impulsado por el viejo globo y la ignorancia de las masas.
Este “bien científico” (o materialismo) siempre se ha basado en pruebas empíricas, objetos verificables o afirmaciones racionales. Por ejemplo, la teoría de Darwin es bastante coherente con la forma de actuar instintiva de los seres humanos. Otro buen modelo de materialismo son los coacervados de Oparin, que no salieron por voluntad divina o algo por el estilo. Por el contrario, fue el resultado de la unión de varios coloides, que a su vez, venían de otro tipo de sustancias más primitivas.
El otro actor es el “mal idealista”. Este siempre ha dado sus declaraciones con base en supuestos y a cosas que se espera que hayan pasado. También a discursos donde toda la obra está sujeta a la fe y la certeza frente a los hechos predicados es casi nula.

Las afirmaciones idealistas no tienen sustento empírico, siempre se hicieron en tiempos de atraso científico y mucho querer filosófico. En épocas con tan poco desarrollo técnico, que lo objetivo no parecía posible y lo subjetivo tenía toda la atención.
La gran mayoría de pensadores de este estilo, como Aristóteles o Platón, jamás tuvieron acceso a herramientas relativamente nuevas (como el microscopio, cuya versión más simple está desde el siglo XVII) que permiten estudiar a fondo las ciencias y ver más allá de lo que nuestros ojos ven. En consecuencia, nunca supieron de la “micro vida” y por tanto, siempre pensaron ignorando lo que no podían ignorar para hablar de biología.
Ya para terminar, me parece importante recalcar en la importancia de las pruebas y la veracidad empírica a la hora de debatir estos temas tan trascendentes para la humanidad. El idealismo ha hablado por hablar durante siglos y ha causado tremendos retrocesos en los pensamientos del ser humano. El materialismo, con ayuda de las ciencias técnicas, ha aportado una riqueza indiscutible al debate del origen de la vida. Pero hasta el momento, no hemos llegado a ningún lado: La discusión sigue en su punto inicial desde hace más de 300 o 400 años. Por el bien intelectual de la humanidad, es necesario llamar a la reflexión a nuestros agentes para la realización de un nuevo debate. Y que este, de una vez y para siempre, sea sensato.

Bibliografía

Oparin, A. (1927). ¿Qué es la vida? En A. Oparin, El Origen de la Vida (págs. 6-8). Ciudad de México: Editores Mexicanos Unidos.

The Economist. (1 de Noviembre de 2007). Special Reports: Stop in the name... Recuperado el 4 de Noviembre de 2007, de The Economist Online: http://www.economist.com/specialreports/displaystory.cfm?story_id=10015177

The Economist. (2007). The Origin of Speakies. The Economist , 385 (8551), 112.

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