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Pequeñas diferencias (ii)
Mi entrada anterior (Pequeñas diferencias, Enero 23 de 2009) ha sido, por poco, la más comentada en este blog: Hasta el momento, ha tenido 9 comentarios, lo cual supera con creces el 90% de los posts (sin comentarios) y con comodidad al 10% restante (de 1 a 8 comentarios). Este hecho me ha causado cierta curiosidad, pues las columnas que más se comentan son generalmente las más polémicas. Y la intención, al escribir era todo menos polemizar: Al contrario, era una crítica, por lo menos parcial, a las constantes y repetitivas disyuntivas y dicotomías que se nos pretenden imponer todos los días entre hombres y mujeres. Un intento por dejar las riñas y ponernos, sólo una vez, en un mismo nivel, así este fuera vergonzoso (la realidad de la genética y la racionalidad de la supervivencia son poco joviales). Evidentemente, fracasé en la labor. Aún no sé si se dió por malinterpretación o por algún bache retórico. Tal vez me quedaré esperando esa respuesta, inclusive antes de que hombres y mujeres arreglen sus diferencias...
Pequeñas diferencias
Hombres y mujeres parecen empecinados en recalcar sus diferencias. En aumentar sus discrepancias. En resaltar sus incompatibilidades. Por ejemplo, todos los machos que alguna vez hemos usado el e-mail, en algún instante, hemos recibido alguna cadena con una dosis de orgullo masculino que deja ver, por lo menos entre letras, nuestra aparente superioridad sobre las hembras. Nuestra increíble habilidad para alistarnos rápido antes de una fiesta, que contrasta con la parsimonia de ellas para maquillarse y peinarse. En últimas, el mensaje es una inyección ineludible para nuestro desgastado ego varonil. Y las mujeres no se quedan atrás: Las bandejas de entrada de las señoras generalmente están invadidas por mensajes que replican las bien repetidas ideas sobre la ineptitud de los señores. O nuestros parecidos con los cerdos. O nuestra tragedia evolutiva, al parecernos más los Homo Sapiens a los simios que las Homo Sapiens a las poco libidinosas micas. En fin, la lista es larga y el intercambio de insultos oscila entre lo más cómico y los ofensivo. Pero el asunto es que el enfoque que usan los criticones de lado y lado es errado: Buscar con tanto ahínco las diferencias entre ambos sexos es, en el mejor de los casos, improductivo. En el peor, poco saludable. Al final, lo que dice Florence Thomas, una convencida y ruidosa feminista radicada en Colombia, es tan absurdo como lo que pretende decir el arisco que se refiere –y trata- a las mujeres como hembras.
Por ejemplo, las mujeres siempre han sido estereotipadas como las románticas de los cuentos amorosos. La luna es bella, y ellas la miran. Mientras tanto, los hombres hemos sido invariablemente etiquetados como unos seres rígidos y extremadamente racionales. La luna es bella, ellas la miran y nosotros refunfuñamos porque nos parece lo más normal. Pero a veces los estereotipos engañan, y las mujeres no quedan muy bien paradas como representantes de la sensibilidad: Un reciente estudio de la Universidad de New Castle, llevado a cabo en China y que involucró a más de 5.000 personas, reveló que el número de orgasmos que una mujer tiene en una relación sexual está directamente relacionado con la chequera y los ingresos del hombre en cuestión. Y más revelador aún: El mundano componente monetario tiene preponderancia sobre otras características esperadas del hombre perfecto (amor, pasión, técnica, etc…).
Por el mismo lado, los estudios del economista Tim Harford sugieren racionalidad (y muy poca sensibilidad) por parte de las mujeres a la hora de escoger pareja: En las ciudades grandes como Nueva York o Bogotá, el número de señoritas agraciadas y bien preparadas excede con presteza el número de hombres atractivos y con buenas chequeras. Dado el poder de la escasez que obtienen los señores, estos sacan provecho y van por la mejor opción. Mientras que en áreas rurales, donde el número de machos es mayor al de mujeres, estas actúan igual que los hombres: Obtienen ventaja mediante el poder que les da ser escazas. Y no se acuerdan de pobres diablos (como el autor) que no tienen mucho que ofrecer. Mucho menos los lerdos gorditos con gafas como Piggy, personaje de El Señor de las Moscas de William Golding.
En últimas, como muestran los ejemplos, las mujeres no se comportan de maneras tan diferentes a los hombres. El mismo estudio de la Universidad de New Castle habla de la existencia de un patrón genético y evolutivo común para los dos sexos: Estamos genéticamente predispuestos para explotarnos los unos a los otros sin piedad para conseguir las mejores oportunidades de supervivencia de nuestros genes. Que finalmente, no somos tan diferentes. Que es más cuestión de parafernalia y lugares comunes. Y que después de todo, no estaría tan mal seguir la letra de la canción de Arjona que escucho en este momento: Nosotros con el machismo / ustedes al feminismo... y al final / la historia termina en par / pues de pareja vinimos y en pareja / hay que terminar...
Por ejemplo, las mujeres siempre han sido estereotipadas como las románticas de los cuentos amorosos. La luna es bella, y ellas la miran. Mientras tanto, los hombres hemos sido invariablemente etiquetados como unos seres rígidos y extremadamente racionales. La luna es bella, ellas la miran y nosotros refunfuñamos porque nos parece lo más normal. Pero a veces los estereotipos engañan, y las mujeres no quedan muy bien paradas como representantes de la sensibilidad: Un reciente estudio de la Universidad de New Castle, llevado a cabo en China y que involucró a más de 5.000 personas, reveló que el número de orgasmos que una mujer tiene en una relación sexual está directamente relacionado con la chequera y los ingresos del hombre en cuestión. Y más revelador aún: El mundano componente monetario tiene preponderancia sobre otras características esperadas del hombre perfecto (amor, pasión, técnica, etc…).
Por el mismo lado, los estudios del economista Tim Harford sugieren racionalidad (y muy poca sensibilidad) por parte de las mujeres a la hora de escoger pareja: En las ciudades grandes como Nueva York o Bogotá, el número de señoritas agraciadas y bien preparadas excede con presteza el número de hombres atractivos y con buenas chequeras. Dado el poder de la escasez que obtienen los señores, estos sacan provecho y van por la mejor opción. Mientras que en áreas rurales, donde el número de machos es mayor al de mujeres, estas actúan igual que los hombres: Obtienen ventaja mediante el poder que les da ser escazas. Y no se acuerdan de pobres diablos (como el autor) que no tienen mucho que ofrecer. Mucho menos los lerdos gorditos con gafas como Piggy, personaje de El Señor de las Moscas de William Golding.
En últimas, como muestran los ejemplos, las mujeres no se comportan de maneras tan diferentes a los hombres. El mismo estudio de la Universidad de New Castle habla de la existencia de un patrón genético y evolutivo común para los dos sexos: Estamos genéticamente predispuestos para explotarnos los unos a los otros sin piedad para conseguir las mejores oportunidades de supervivencia de nuestros genes. Que finalmente, no somos tan diferentes. Que es más cuestión de parafernalia y lugares comunes. Y que después de todo, no estaría tan mal seguir la letra de la canción de Arjona que escucho en este momento: Nosotros con el machismo / ustedes al feminismo... y al final / la historia termina en par / pues de pareja vinimos y en pareja / hay que terminar...
Addictionomics...
Si la solución al problema del narcotráfico (ver aquí y acá ) está en la economía, la salida para las familias y los individuos que tienen problemas de adicción, es la ciencia. Lástima que los gobiernos no se interesen:
Governments do not seem interested at the moment, either; the welfare of addicts, rhetoric aside, is rarely a priority. Similar studies of the effect of diet on the behaviour of prisoners are, though, provoking interest. John Stein, yet another Oxford man, is currently conducting such a study in three British prisons. If a change of diet really can help addicts, it would be a shame not to find out. It might even save the public purse some money.Creo que estos hombres de ciencia han aportado mucho más, tal vez sin quererlo, a encontrar formas de combatir problemas de adicción que los mil y un políticos moralistas como Fernando Londoño Hoyos y el Presidente Uribe.
Los árbitros de la moral

Ya todos sabemos que pasó con Ashley Dupre (la nena de la izquierda) y el ex-Gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer. Un lío de faldas con varios ceros de por medio. Pero bueno, ante todo este show mediático, quisiera recordar una cosita:
Me he copiado este artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, una de las joyas de la civilización con el fin de hacer una reflexión a lo que está pasando con el señor Spitzer: Quiénes somos (y son los medios) para juzgarle su vida íntima?. El tiene un derecho, bien claro y expresado, a la intimidad. Yo no quiero que me tilden de impulsor del mercado de prostitutas de lujo, pero nadie tiene el derecho de violar los derechos de los demás y en especial, si es el de su vida privada.
Probablemente, uno podría decir que el comportamiento de Spitzer (la bestia llena de testosterona dentro de mí lucha contra el razonable para escribir esto) es indeseable, porque es una figura pública de cierto nivel y debería ser ejemplo. Pero de eso a lo que hemos visto (busquen Ashley en Google News y salen casi 35.000 artículos relacionados con el escándalo... osea, casi 35.000 violaciones deliberadas de los derechos de Dupré y Spitzer) hay muchísimo trecho.
En últimas, parece que los que pontifican sobre lo que es y lo que no es, se han reproducido por todo el mundo. Que lástima. Vale la pena preguntarles si no tuvieron alguna vez malos pensamientos...
Post Scriptum: La semana pasada en el blog de Alejandro Gaviria, surgió una discusión un poco estúpida, pero a la vez cómica: Está buena la presidenta de Argentina? Algunos sugirieron que sí. Por favor, que barbaridad... sino miren esta bella mujer de arriba. Comparable?. Diganme ustedes.
Remate al creacionismo...

A mi el creacionismo siempre me ha causado desconfianza: Como la cosmología de Grecia, es fruto de la especulación y de la imaginación de algunos iluminados con audiencia.
Uno de los argumentos típicos es que "el hombre es el único ser racional" y que por ello está por encima de todos los seres. Vale (MUCHO) la pena, leer este artículo de la Revista National Geographic (en español aquí) que cita distintos estudios y científicos de Universidades como Cambridge que llegan a una conclusión muy elocuente: Los animales poseen algún nivel cognitivo. Por ejemplo, los chimpancés se inventaron se herramientas para sacar termitas de sus nidos. O un perro puede tener el nivel intelectivo de un niño de dos o tres años. Y así, demuestra que no somos los únicos que poseemos cierto nivel de evolución mental.
Una vez más, la razón, las experiencias y la comprobación empírica le dan golpe a la especulación de algunos iluminados...
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